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Dentro de los procesos personales de desarrollo artístico, Alejandra Del Rio ha creado una comunión profunda entre su disciplina académica y su pasión por el arte. A través de su práctica plástica, ha establecido un entendimiento personal de la femeinidad, la cual ha sido imperativa como forma de veneración y autoconocimiento. Alejandra ha construido un universo gráfico como lenguaje; un proceso evolutivo a partir de su experiencia en un mundo regido por figuras masculinas, no como dictadura, pero como inspiración para crear un universo de hembras poderosas y mágicas. Este espejo compartido refleja todo un umbral de color, detalle, sensualidad y estructura; ingredientes escenciales de la pócima diseñada que ella ha creado para compartir todos los elementos que la han empoderado como artista.

 

Esta exposición funge como ofrenda de una trayectoria de crecimiento y al mismo tiempo como un “amuse bouche” del cuerpo actual de trabajo de la artista.            Ana Rifa

 

Eterno femenino

 

Una imagen de la mujer sin más; sin idealizaciones o dobles discursos, fantasiosa y delirante. Una que sin embargo resulta mucho más espiritual y moral (y en el fondo humanamente más natural) que aquella imagen cursi o grosera con la que la cultura ha concebido a la mujer tradicional, y no tan tradicionalmente. Mujeres que en su representación no apelan a ningún credo, ni conceptualismo erudito, sino a su más pura y dura libertad, con todo lo que en eso implica en esos mismos términos morales y espirituales. Mujeres concebidas simple y puramente por su existencia tanto racional como pasional, al margen de dogmas o teorías. Mujeres, amigas todas, partes de una memoria que se hace historia y que encarnan un linaje; plasmadas desde eso que Alejandra ve en ellas sin más mediación que el soporte y su propia imaginería, desarrollada a lo largo de años de trabajo y vida, como queda explicitado con su obra. Mujeres que en su simple y llano ser distorsionado por el dibujo, son libertad presente, que es en donde en realidad se encuentra el eterno femenino.                   Javier Lomelí

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